Hacia la Ermita de Santa Ana
El camino sigue hacia el pueblo abandonado de Loma, donde solo quedan ruinas y calles cubiertas de vegetación. Desde aquí, la ruta ofrece una panorámica impresionante, presidida por la iglesia parroquial de Quintanaloma, que se alza sobre los páramos como un faro de piedra.
Siguiendo el sendero, se llega a la ermita de Santa Ana, una pequeña construcción restaurada que domina un espolón rocoso sobre el valle del arroyo de la Nogala. Desde este punto, es posible contemplar la majestuosidad del paisaje y observar rapaces como el buitre leonado, el halcón peregrino y el águila real, así como especies esteparias como la alondra de Dupont o el sisón. También es territorio del lobo ibérico, cuya presencia aporta un valor ecológico singular a la zona.